Las dos pertenecíamos al equipo de volleyball de la escuela. Juntas disfrutábamos ir a entrenar, jugar, competir y nos llenaba de alegría ganar. Pero de repente un día todo cambió. El partido más importante de la temporada estaba por iniciar y ella no había llegado ni a calentar ni contestaba su celular. Me tenía preocupada. Entonces Gaby, mi amiga, se apareció sin el uniforme del equipo, con los ojos hinchados pidiéndome que la acompañara afuera. La seguí y ahí fue donde me dio la noticia.
Entre dolor y lágrimas me contaba que su novio ya le había advertido que no había sido culpa suya y que con él no contaría para nada.
Sin embargo, esto se trataba de algo superior. Estaba en juego la vida de otro ser humano: con manitas, cabecita, con piecitos... Lo único que hice fue abrazarla. Sentí cómo temblaba. Veía sus lágrimas y escuchaba un grito silencioso con el que ella me indicaba que no sabía qué decisión tomar.
Estar esperando un bebé a los 17 años no era algo que deseara ni años ni días atrás.
Y aunque no niego que hubo momentos en los que nos emocionamos, caímos en la realidad de que muy pronto también tenía que confesarles la noticia a sus papás. ¿Qué les iba a decir? ¿Y qué iba a pasar con la escuela? Acordamos que la mejor forma era llegar a contarles directamente cómo se encontraba. Así que llegamos a su casa, esperamos a que llegara su papá del trabajo y les confesó su estado. A su mamá se le humedecieron sus ojos hasta que se le llenaron de lágrimas. Su papá golpeó la pared y se fue a encerrar a un cuarto. Unos minutos después regresó con una cara que jamás se la había visto; sin embargo demostraba serenidad. Lo que hizo fue abrazarla y le dijo que en esa casa no se iba a permitir que se practicara un aborto. Cuando escuché eso, confieso que me invadió un escalofrío. Después le dijo que esas eran las consecuencias de sus acciones y que de esto se trataba la vida.
Tomar decisiones buenas, cualquiera lo puede hacer, pero asumir las responsabilidades de malas decisiones y aprender de ellas... sólo unos pocos.
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